Fuente: CBAT
Las mujeres compitieron por primera vez en los Juegos Olímpicos de París en 1900. En la Antigüedad e incluso en la primera edición de los Juegos Olímpicos de la Era Moderna, en Atenas en 1986, las competiciones estaban reservadas a los hombres. Las mujeres han enfrentado muchos desafíos y Aída dos Santos, la primera brasileña en llegar a una final olímpica en todos los deportes -fue 4ª en salto de altura en los Juegos de Tokio 1964- es una representante más que legítima de la fuerza femenina en este 8 de marzo de 2025, Día Internacional de la Mujer.
El Día Internacional de la Mujer, que se celebra el 8 de marzo, refleja la lucha por la igualdad de género y los logros sociales. La fecha se remonta a principios del siglo XX y fue oficializada por las Naciones Unidas (ONU) en 1977.
En el personaje de Aída dos Santos, la Confederación Brasileña de Atletismo saluda a todas las mujeres de su comunidad y a los brasileños.
Tuvieron que pasar 32 años y ocho ediciones de los Juegos Olímpicos para que otra mujer alcanzara una final olímpica, como lo hizo Aída dos Santos, quien se inició en el atletismo en 1958, a los 21 años -antes jugaba al voleibol-. “Nunca competí, sólo jugué”, dice Aída quien, a sus 88 años, todavía practica voleibol como actividad física. Ella es la madre de Valeska, campeona olímpica de voleibol. No fue hasta 1986 que Jacqueline y Sandra del voleibol de playa llegaron a una final olímpica (medalla de oro en voleibol de playa).
La Medalla Aída dos Santos, creada por la Asamblea General del CBAt el 10 de febrero de 2012, fue instituida para homenajear a las atletas femeninas del país con destaque mundial, así como la Medalla José Telles Conceição se entrega a los hombres destacados.
La Medalla Aída dos Santos será entregada una vez más en los Premios Lo Mejor del Año en Atletismo 2025, en la ceremonia de premiación de 2024, programada para el 23 de marzo, en São Paulo.
Aída dos Santos, que aún vive en Niterói (RJ), dice con voz entrecortada que todavía se emociona cuando habla de los Juegos Olímpicos y de la puerta que abrieron para las mujeres.
«Siempre que hablo de los Juegos Olímpicos, siento ganas de llorar, me emociono. Había competido en siete u ocho eliminatorias en salto de altura. La última eliminatoria fue en Célio de Barros, en Río, y le dije a mi madre que iba a competir. Ella me dijo que podía ir, pero que primero tenía que ir a buscar agua y lavar mi ropa. Llegué a la competición cansada, pero salté 1,65 m y clasifiqué. Pero la delegación estaba formada sólo por hombres, no tenía ropa ni zapatos. Llevé un uniforme de los Juegos Panamericanos de 1962 y de Botafogo, para entrenar. Viajé sin entrenador, sin equipamiento de la selección nacional, pero competí preocupada por los brasileños y pensando: ‘Voy a la final pase lo que pase'».
Le resultó extraña la zona de salto moderna comparada con la que utilizaba en Brasil y se torció el tobillo, sin presencia de un entrenador, directivo o médico que lo ayudara. “Estaba llorando y un saltador me ayudó ( Lázaro Betancourt, de Cuba). Un médico cubano me hizo una bota para caminar y saltar”.
También recuerda que en el Estadio Olímpico de Tokio había 20 atletas y que saltaron en dos grupos. Y es que en el estadio ‘siguieron’ a la competidora canadiense como su Dianne Gerace para entrar en la competición. Y apretó un botón -hasta hoy no sabe por qué-, pero hizo lo que vio hacer a los demás. Las dificultades con el idioma eran inmensas. “Pensé que era para confirmar asistencia, contestar la llamada, vi que los demás lo presionaban y yo también lo presioné”.
En la ronda de clasificación saltó 1,60 m, 1,65 m, 1,68 m y 1,70 m, su mejor marca personal. Y llegamos a la final. Esperó la última vez y siguió a los demás atletas hasta el restaurante. “Comí camarones con chayote y tomé el dinero que tenía y se lo di a la cajera, ni sé cuánto pagué”. En la final, saltó 1,60 m, 1,65 m, 1,68 m, 1,71 m y 1,74 m, su mejor marca personal (antes de Tokio era 1,68 m), récord brasileño y sudamericano. Sólo la selección brasileña masculina de baloncesto (3ª) tuvo mejor resultado que Aída en esa edición de los Juegos.
Y Aída dejó un mensaje para los jóvenes deportistas y las mujeres brasileñas. «Piensa siempre: ¡Soy tan bueno como ellos! Sigue adelante y trata de hacer lo mejor que puedas. Dios primero y después mi país».
*Investigación: Mujeres en el podio, la apasionante historia de las atletas brasileñas, libro publicado por el periodista Benê Turco, por la Confederación Brasileña de Atletismo, en 2012.