POR LUIS VINKER
Este 6 de mayo en el centro de Oxford, miles de corredores aficionados se darán cita para cumplir el trayecto de una milla. Se trata de un festival promovido por la prestigiosa Universidad de Oxford y el British Milers Club. Y lo harán celebrar uno de los momentos emblemáticos en la historia del atletismo mundial: hace exactamente 70 años en esa ciudad británica, Roger Bannister se convirtió en el primer hombre en la historia en correr una milla (1.609,4 metros) por debajo de los 4 minutos. La prueba de la milla en este festival se iniciará en St Aldate’s, en el centro de Oxford, y culminará en el mismo recinto donde Bannister concretó su proeza y todos los participantes recibirán una medalla alusiva.
El récord de la milla, hasta entonces, era 4:01.4 del sueco Gunder Hagg, logrado el 17 de julio de 1945 en Malmöe.
“Crecí amando el deporte y sigo siendo una corredora entusiasta, comprometida con los beneficios transformadores del deporte. Romper la barrera de los cuatro minutos en una milla ha perdurado como un logro decisivo en la historia del deporte. Las Bannister Miles serán una manera adecuada de marcar este legado, logrado en la Universidad hace 70 años, y la Bannister Community Mile por las calles de Oxford será una manera adecuada de celebrar junto con nuestra comunidad el logro histórico de Roger”, dijo Irene Tracey, vicerrectora de la Universidad.
El 6 de mayo de 1954 en la pista de atletismo de Iffley Road, Oxford, el entonces estudiante de medicina de 25 años Roger Gilbert Bannister, con el apoyo de sus habituales compañeros de entrenamientos y competencias Chris Chataway y Chris Brasher, cumplió su objetivo, se desplomó al cruzar la línea de llegada en los brazos de dos voluntarios y, después de dos minutos de tensión, escuchó el anhelado anuncio del anunciador Norris McWhirtler:
“Ladies and gentlemen, aquí está el resultado del evento número 9, una milla. Primero, número 41, R.G. Bannister de la Amateur Athletic Association y anteriormente de Exeter y Merton College con un tiempo que es el nuevo récord del meeting y de la pista y que sujeto a ratificación, es el nuevo récord Inglés, Británico, All Comers, Europeo, del Imperio Británico y Mundial. El tiempo es tres…”. No se pudo escuchar nada más porque, entre aplausos y ovación de los 1.200 espectadores, Bannister había ingresado en la historia: 3 minutos, 59 segundos y 4 décimas para las cuatro vueltas y fracción a aquella pista.
Menos de un año antes –el 29 de mayo de 1953- la expedición inglesa que tuvo como héroe al neocelandés Edmund Hillary junto a su “sherpa” nepalés había conquistado el Everest siendo así en los primeros hombres en coronar el pico del mundo. Y, aún simbólicamente, se consideraba que “correr la milla debajo de 4 minutos” era como alcanzar el Everest de los campos atléticos. Claro que esta meta no parecía tan lejana y varios mediofondistas de la elite del momento se estaban acercando: el australiano John Landy, anteriormente los suecos Hagg y Arne Andersson, los estadounidenses Mal Whitfied (dos veces visitante de la Argentina) y Wes Santee, entre ellos. Landy, bajo la guía del gurú de los corredores, Percy Cerutti, hizo tres intentos en solitario en el verano de su país a principios del 54, corriendo en 4:02.4 el 21 de enero en Melbourne, 4:02.6 el 23 de febrero en la misma ciudad y 4:02.6 el 19 de abril en la pista de césped de Bendigo. No lo consiguió pero, dadas las difíciles condiciones de aquellos intentos, confiaba en que la temporada europea y la competencia con grandes rivales, serían el momento clave.
Bannister se le adelantó.
El periodista Frank Deford, de Sports Illustrated , describió la grandeza de aquella carrera de Bannister en Oxford: “Se había llegado a los polos, se había encontrado la desembocadura del Nilo, se habían marcado los océanos más profundos, se había escalado la montaña más alta y se habían recorrido las selvas más salvajes, pero la distancia del suelo que medía una milla seguía resistiendo todos los esfuerzos para recorrerla, a pie, en menos de cuatro minutos”.
Según recordó Athletics Weekly sobre aquella fecha del 54 “la reunión anual entre equipos representantes de la Asociación de Atletismo Amateur y el Club de Atletismo de la Universidad de Oxford, que comenzó a las cinco de la tarde del jueves 6 de mayo de 1954, en el histórico terreno de Iffley Road, Oxford, no fue destacable en sus inicios. Hacía frío y el viento soplaba fuerte; de hecho, Inglaterra estaba siendo azotada por vendavales. Trozos de nubes de tormenta se apresuraron a través de un cielo gris con sólo ocasionales destellos de azul, y la habitual y bien ordenada multitud aplaudió con serias palmadas el lanzamiento de peso y el salto con garrocha con los que comenzó la reunión”. Y agregan: “Los eventos se sucedieron hasta las seis en punto, cuando los corredores se reunieron ante el juez de salida para la carrera de una milla. Se notaba que durante un cuarto de hora el viento había amainado casi por completo. A lo lejos ondeaba desganadamente una bandera que coronaba una torre cuadrada, cuando poco antes había luchado frenéticamente por soltarse de sus amarras”.
Estos fueron los corredores que se alinearon para la partida de la milla: Bannister, Chataway y Brasher por el Achilles Club, G. Dole y T. Miller por el University College, Alan Gordon por Magadalen, William Hulatt por Alfreton. Hubo una salida en falso y luego, la largada definitiva con Brasher en la delantera, seguido por Bannister y Chataway.
Todo se planificó meticulosamente con el entrenador austríaco Franz Stramplf. Inclusive, la hora de largada, fijada para las 18 en punto ya que –les habían informado- no habría viento, que en esa pista afectaba desde ambas rectas. Bannister estuvo durante la mañana cumpliendo sus estudios en el hospital, luego abordó el tren, almorzó con el entrenador y los otros corredores, ajustó detalles y descansó.
Brasher mantuvo la punta hasta los 1.100 metros cuando, ya debilitado, bajó el ritmo y Chataway lo relevó adelante. El primer parcial de 440 yardas se cruzó en 57,5 segundos y Bannister le dijo a su compañero “Más rápido”. Sin embargo, la indicación del entrenador fue: “Relax, estamos bien”. Cuando iban por las 880 yardas, en la mitad del recorrido, se cronometró 1:58.2. “Los rápidos pies de Chataway marcaban un ritmo constante e inquebrantable, y sobre su hombro todavía se movía Bannister, con zancadas más largas pero con una cadencia fuerte e inquebrantable”, indica otra crónica de la época. Un murmullo creciente se convirtió en un rugido cuando entraron a la vuelta final, ya nadie estaba sentado en las gradas y el ritmo de Chataway parecía más vertiginoso. Pero enseguida Bannister pasó al frente.
Le registraron 3:43.0 al paso de los 1.500 metros (marca equivalente al récord mundial de esa distancia) y el tramo definitivo pareció una agonía. “Los últimos segundos me parecieron… que no terminarían nunca”, confesó Bannister mucho después.
“Una avalancha de humanidad comenzó a brotar de las gradas cuando se vio a Bannister salir y comenzar el último y largo tirón hacia la cinta; un ligero alargamiento de la zancada, sus brazos empujando con más fuerza para mantener la cadencia casi majestuosa de su acción; su fluidez no daba indicios de fatiga. Chataway por primera vez pareció mostrar interés, sus ojos siguieron a Bannister que desaparecía con ansiosa esperanza hasta que desapareció entre la multitud que se arremolinaba alrededor de la meta”.
Chataway terminó 2° en 4:07.2, Hulatt fue el tercero en 4:16.0, Brasher alcanzó a completar la prueba en el cuarto puesto y luego llegaron Gordon y Dole.
En “The milers”, el libro de Roberto Quercetani y Cordner Nelson que está considerado La Biblia de esta disciplina, definieron a la milla del récord de Bannister como “probablemente, el momento más memorable en la historia del atletismo”.
Entre los documentos gráficos aparece la planilla firmada por los cronometristas. Uno de ellos –también directivo de la Asociación Británica de Atletismo- era nada menos que Harold Abrahams, el campeón olímpico de los 100 metros en París 1924 y que se convirtió en celebridad por la película Carrozas de Fuego.
El récord le duró muy poco a Bannister ya que al mes siguiente –el 21 de junio en Turku, Finlandia, otro de los templos del atletismo mundial y cuna de Paavo Nurmi- Landy lo llevó a 3:58.0, en una carrera donde Chataway volvió a ser segundo. El ansiado duelo se dio poco después en Vancouver por los Juegos de la Commonwealth: en un final electrizante, Bannister venció a Landy (3:58.8 a 3:59.6) y ese título, junto al Europeo de los 1.500 metros llanos que logró en la misma temporada en Berna con 3:43.8, fueron los más importantes de su campaña.
Bannister había nacido el 23 de marzo de 1929 en North Harrow, condado de Middlessex. Desde chico se dedicaba a correr, principalmente en pruebas de cross country. Recién a los 17 años, al radicarse en Oxford, comenzó a entrenar por un futuro en el atletismo, por primera vez corrió en pista y utilizó zapatillas con clavos. Enseguida asomó como la gran promesa del mediofondo británico y las mejores marcas de su campaña –además del mítico récord de la milla- fueron 1:50.7 en los 800 metros llanos (distancia en la que fue bronce del Europeo del 50 en Bruselas) y 3:46.0 en los 1.500. Aunque tenía posibilidades de competir en los Juegos Olímpicos de Londres en 1948 tuvo la prudencia de no hacerlo, no se sentía con la suficiente experiencia. En cambio, acudió a Helsinki en 1952 como uno de los favoritos. La carrera de los 1.500 metros fue dramática. Los doce participantes largaron en la recta opuesta, junto a la estatua de Paavo Nurmi. Y después de un despliegue de táctica y velocidad, ganó Josy Berthel, de Luxemburgo en 3:45.2 con una ventaja imperceptible sobre el estadounidense Bob McMillen, a quien le asignaron el mismo tiempo. El cronometraje electrónico mar´co 3:45.28 para el campeón, 3:45.39 para el segundo. La medalla de bronce correspondió al alemán Werner Lueg –el mayor candidato- en 3:45.4 y Bannister terminó cuarto en 3:46.0, después de estar peleando la punta hasta la última curva. Los ocho primeros estuvieron por debajo del récord olímpico de esa época y, en el caso de Berthel, McMillan y Bannister batieron los récords de sus países.
En el podio, Berthel lloró intensamente: nunca un atleta de Luxemburgo había logrado un oro olímpico (aunque el vencedor del maratón de 1900, Michael Theato, había nacido en ese país y representaba a Francia).
Ya con toda la gloria de su récord y los triunfos del 54, Bannister no buscó otra chance olímpica, se retiró de las competencias. El vencedor en Melbourne, en 1956, fue el irlandés Ron Delany y en su tierra australiana, Landy se llevó una medalla de bronce.
A poco de su retiro de las pistas, Bannister escribió un libro alusivo (“4 minute mile”) y completó sus estudios, para convertirse en un distinguido neurólogo (siempre consideró que sus logros médicos eran muy superiores a sus éxitos deportivos) y se convirtió en maestro del Pembroke College de la Universidad de Oxford. En 1975 fue distinguido como “Sir” del Imperio por sus servicios al deporte, incluido el de ser el primer presidente del Consejo de Deportes (el precursor de Sport England). En sus últimos años sufrió Parkinson, que le fue diagnosticado en 2011. «He visto y atendido a pacientes con tantos trastornos neurológicos y de otro tipo que no me sorprende haber adquirido una enfermedad«, dijo en ese momento. «Está en la naturaleza de las cosas, hay una suave ironía en ello».
Murió el 4 de marzo de 2018, a los 88 años. Sebastian Coe, actual presidente de World Athletics y cuya campaña atlética se vio en gran parte inspirada por la hazaña de Bannister, expresó ese día: El 6 de mayo de 1954, Roger hizo posible lo imposible. Los mejores corredores del mundo llevaban un cuarto de siglo intentando superar la barrera de los cuatro minutos. Era tanto una barrera psicológica como física. El asalto de Bannister permitió a la humanidad entrar en un mundo lleno de nuevas posibilidades. Su logro trascendió el deporte, y mucho menos el atletismo», añadió Coe. Fue un momento en la historia que levantó el corazón de una nación y elevó la moral en un mundo que todavía estaba en su punto más bajo después de la guerra”.
Los más grandes mediofondistas de la historia se fueron turnando como recordistas de la milla, entre ellos el australiano Herb Elliott, el neocelandés Peter Snell, el francés Michael Jazy (también fallecido hace pocas semanas), el estadounidense Jim Ryun y el trío de colosos británicos de los 80: Steve Ovett, Steve Cram y Coe. Este se apoderó del récord del 17 de julio de 1979 en el estadio Bislett, en Oslo con 3:49.0, y volvió a lograrlo dos años más tarde en Zurich (3:48.53) y en Bruselas (3:47.33). La lista se extendió hasta el marroquí Hicham El Guerrouj, cuya marca de 3:43.13 permanece intocable desde el 7 de julio de 1999 en Roma. En esa carrera llegó segundo el keniata Noah Ngeny con 3:43.40, también hasta ahora segunda marca de la historia.
Desde entonces, prácticamente ningún mediofondista pudo acercase a esos niveles. Hasta el 16 de septiembre pasado en Eugene –durante el meeting que homenajea a otra de las leyendas de esa disciplina, Steve Prefontaine- el récord comenzó a temblar: allí el noruego y campeón olímpico de 1.500, Jakob Ingebrigtsen, el mismo que ha destronado a los africanos en las pruebas de mediofondo, corrió en 3:43.73, quedando segundo el estadounidense Yared Nuguse con 3:43.97.
A nivel sudamericano, el primero en bajar los 4 minutos fue también uno de los más grandes atletas de nuestra historia, el brasileño Joaquim Carvalho Cruz, quien marcó 3:53.00 el 13 de mayo de 1984 en Los Angeles, apenas dos meses antes de la mayor hazaña de su vida, el oro olímpico de los 800 metros en la misma ciudad. Su récord de lal milla fue batido por su compatriota Hudson Santos de Souza (3:52.97 el 12 de julio de 2002 en Roma, luego mejorado a 3:51.05 el 29 de julio de 2005 en Oslo).