Fuente: CBAT
En lo que serían los primeros Juegos Olímpicos «verdes» y a principios del milenio, el relevo masculino brasileño de 4×100 m marcó un hito en el atletismo brasileño con la medalla de plata, que cumplirá 25 años el 30 de septiembre de 2025, un récord que se mantendría durante casi dos décadas. Vicente Lenílson de Lima, Edson Luciano Ribeiro, André Domingos da Silva y Claudinei Quirino da Silva terminaron segundos, solo por detrás de Estados Unidos, dejando atrás a Cuba y Jamaica. Años más tarde, Cláudio Roberto de Souza, quien participó en las eliminatorias, también recibiría su medalla para el equipo, que también incluía a Raphael Raymundo como reserva.
El relevo de ese equipo, dirigido por Jayme Netto y el fisioterapeuta Marcelo Pastre, fue considerado el mejor del mundo. Sus integrantes experimentaron la emoción de alcanzar una final olímpica. Más aún: un podio. Solo después, cuando se apacigua el torbellino de emociones, se revelan curiosidades y reflexiones… así como detalles decisivos que contribuyeron a ese momento mágico.
Vicente Lenílson de Lima, por ejemplo, se recuperaba de una lesión en la ingle que sufrió en las semifinales, pero aun así inició el relevo, cediéndole el testigo a Edson Luciano Ribeiro. Luciano, a su vez, apenas había dormido la noche anterior a la final. Incluso confesó que, en la pista, ni siquiera pudo contar los 8 metros necesarios para colocar la cinta donde debía pararse y rezar. Solo logró calmarse cuando la pantalla mostró un breve vídeo de los medallistas de jabalina esperando su ceremonia de premiación, porque se dio cuenta de que estaba en una final olímpica.
El segundo hombre se esforzó al máximo durante los siguientes 100 metros, seguido por André Domingos da Silva. En ese momento, Cuba seguía en segundo lugar, con Freddy Mayola. Pero Claudinei Quirino aceleró, superando al cubano y cruzando la meta. La medalla de plata de Brasil llegó con 37.90, un récord sudamericano, en comparación con los 37.61 de Estados Unidos (a 21 décimas del récord mundial de 37.40, establecido en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992). Cuba terminó con 38.04 y se llevó el bronce, seguida por Jamaica, cuarta con 38.20.
El récord sudamericano de aquella selección brasileña en Sídney 2000 duró casi 20 años: sólo fue superado en el Mundial de Doha 2019, donde Rodrigo Perira Nascimento, Vitor Hugo Mourao dos Santos, Derick de Souza Silva y Paulo André Camilo de Oliveira terminaron en 37.72 para el cuarto lugar, detrás de Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón.
Entrenamiento y sensaciones
Para Vicente Lenílson, la final olímpica de 4×100 m fue «el día más mágico de mi vida», pues había visto a Edson Luciano y André Domingos por televisión durante su medalla de bronce en Atlanta. «En 1996, incluso bromeé: algún día quiero ser como ellos. Y entonces miré… y allí estaba. En la final olímpica, con ellos». En Sídney, añadió Vicente, cada miembro del equipo tenía sus propias fortalezas y rivalizaban entre sí en los 100 y los 200 m, «pero cuando nos juntamos para el relevo… éramos imbatibles».
Raphael Raimundo de Oliveira, que participó en la victoria de Sídney pese a permanecer en la reserva, destaca que el pase de testigo brasileño fue el mejor del mundo, «tanto que otros países nos siguieron de cerca y empezaron a entrenar con base en nuestros pases».
Edson Luciano relató que eran «alrededor de las dos de la mañana» la víspera de la final cuando encontró a Claudinei sentado cerca de una ventana en el alojamiento de la Villa Olímpica, diciendo que no podía dormir. Más tarde recordó que en la pista no pudo contar los 27 «pies» porque «iba y venía entre uno y tres», incluso pensando que habría sido mejor haber perdido contra Japón en semifinales para no estar tan nervioso.
Es muy tenso, muy complicado hablar de las sensaciones que recorren tu mente y tu cuerpo, explicárselo a quienes están en casa viéndolo por televisión. Para Edson Luciano, el atleta necesita ser consciente del entrenamiento que realizó, de lo que él mismo representa, «porque a menudo esa es la delgada línea entre ganar una medalla o no».
Respecto al récord que perduró durante casi 20 años, André Domingos recordó los avances tecnológicos, comparándolos con el equipamiento disponible hace 25 años, cuando alcanzaron el podio olímpico: «Las pistas de atletismo ahora están diseñadas para batir récords, el calzado es ultraligero, con menos clavos, menos uniformes… El entrenamiento también ha cambiado. Ahora no entrenamos tanto; antes entrenábamos ocho horas al día, y ahora son tres, dos horas y media». Para él, con el equipamiento actual, el tiempo para la medalla de plata en Sídney 2000 «podría haber sido mucho menor».
Desde Vicente Lenílson hasta Edson Luciano, pasando por André Domingos… y Claudinei Quirino. Con 80.000 personas en el estadio, Claudinei se quedó paralizado cuando la multitud empezó a vitorear y temió no oír el pase de testigo «¡Vamos Nei!». «Olí el perfume de André, eché el brazo hacia atrás y llegó el testigo», dijo el hombre que cerró el relevo para Brasil.
Claudinei comenta que mucha gente pregunta por las zapatillas que compran en Estados Unidos, las bailarinas, la ropa ajustada, los suplementos… «Pero el secreto del éxito es entrenar. Todos los días, en Navidad, en Año Nuevo, bajo el sol, bajo la lluvia«. Respecto al relevo, también enfatizó la importancia del respeto y la confianza que los atletas necesitan entre sí.
Dopaje confeso
Estados Unidos ganó la final de 4×100 m en Sídney 2000 con Jonathan Drummond, Bernard Williams III, Brian Lewis y Maurice Greene (este último, entonces poseedor del récord mundial con 9,79, batido el año anterior en Atenas). Pero los estadounidenses también habían confiado en Tim Montgomery en las eliminatorias, y fue él quien, en 2008, sorprendería a la comunidad del atletismo al revelar a HBO que había competido bajo los efectos del dopaje (testosterona y hormona del crecimiento) en los Juegos Olímpicos de 2000. Sin embargo, no fue hasta 2003 que la Federación Internacional de Atletismo Amateur (IAAF) cambió las reglas para descalificar a todo el equipo de relevos si se detectaba dopaje, incluso si era de un solo atleta. Por lo tanto, Brasil no heredó la medalla de oro contaminada de Estados Unidos.