Con su medalla de oro en salto en largo, lograda en la noche de este lunes 18 de agosto en Asunción por la apertura del Panamericano u23, Natalia Linares se afirma como una de las figuras del atletismo colombiano. Su marca de 6.92 m. constituye el nuevo récord sudamericano u23.
Este es el perfil que el COC había presentado de Natalia, en la previa de Asunción.
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Por Andrés Beltrán
Community manager del Comité Olímpico Colombiano
Solo hasta el último salto, Natalia Linares le demostró a su madre Yanelis González de qué estaba hecha, pues de no haber ganado en ese Nacional Sub-20 una medalla de oro, estaba decidida a dejar por completo el alto rendimiento. Si en ese salto hubiese fallado se habría perdido verla vestida de oro a lo largo de este ciclo olímpico, romper múltiples marcas y conseguir su tiquete a los Juegos Olímpicos de París 2024.
Para comprender el universo de Natalia es necesario viajar a Valledupar, a la cuna del vallenato.
Natalia no tenía idea de lo que era el atletismo. Natalia hubiese podido ser la mejor nadadora de Colombia, pero las dermatitis y las piscinas no son amigas. Fue hasta los 11 años que probó la pista para una Copa Freskaleche; su debut marcó lo grande que podía ser si sólo saltara un poquito más o si corriera un poquito más, pues ese día se ganó tres medallas de plata en el salto largo, los 80 metros y el relevo 5×80.
Le encantó el deporte, porque entró ganando, entró con su mentalidad puesta en grandes objetivos, entró gracias a su profesor del Colegio Gimnasio del Norte de Valledupar, Fabián Martínez, quien rápidamente vio capacidades únicas en una joven atleta con sello vallenato inquebrantable y habilidades fuera de lo común.
Con colchonetas improvisadas para simular un foso de atletismo, Fabián, veía como cada salto lo ejecutaba con mayor pericia. Poseía un talento innato. Superaba en longitud a sus compañeros en cada salto y ejecutaba gestos técnicos que ni siquiera ella misma sabía que poseía. El profe Fabián la llevó de inmediato a la Liga de Atletismo del César, ubicada en el actual Estadio Armando Maestre Pavajeau y que en su tiempo fue una pista polvorienta y despintada.
Natalia estaba encantada con su nuevo lugar de entrenamiento. Para ella la pista estaba más que perfecta; mientras tanto, para su madre Yanelis, quien hacía las veces de padre y madre, era motivo de orgullo ver volar a su pequeña, disfrutando cada alegría que dejaba la sonrisa de Natalia en sus primeros podios; así su madre se convirtió en su primera patrocinadora y su compañera de tantas luchas en la alta competencia.
Aunque el salto largo de Natalia siempre ha sido su fuerte, también se ha dejado llevar por la adrenalina de los 100 y los 200 metros, pero no estaría dispuesta a correr un 400. Y así lo hacía en sus primeros años de campeonato en los Intercolegiados Supérate, terminaba rendida con dos o tres medallas y pensaba que era bárbara, una fiera y que este era sólo el principio, pues necesitaba saltar y correr un poquito más.
Natalia siempre sintió que tenía que competir con los más grandes, le gustaba estar codo a codo con los mejores, su exigencia hizo que se ganara tres medallas de oro en su primera competencia internacional, los Juegos Sudamericanos Escolares Medellín 2016, su primer oro que ganó fue en los 150 metros, luego impuso récord nacional sub-16 en salto largo con 5.74 metros y finalizó con el oro de los relevos 5×80 mts. Femenino.
Esos tres primeros oros fueron celebrados con el sentimiento de su tierra que siempre la ha caracterizado, una suerte y fortuna que el sombrero vueltiao sea parte de la indumentaria de la delegación colombiana en eventos del ciclo olímpico, fortuna que le ha permitido llevar su cultura vallenata, su sombrero y su esencia a muchas pistas alrededor del mundo.
Gracias a esta tripleta dorada, Natalia, con 14 años, tuvo la fortuna de entrenar con la persona que la motivo a convertirse en atleta, su inspiración y motivación de estar en la elite de deporte. Se trataba de Caterine Ibargüen, la múltiple medallista olímpica del salto triple, y con la compañía de su entrenador Ubaldo Duany. Fueron varios días entrenando en San Juan de Puerto Rico, donde Natalia vivía un sueño y al mismo tiempo se alimentaba de esas ganas que tienen los campeones.
Con su regreso a Colombia los entrenamientos continuaron, pero sus marcas no volvieron a llegar a los 5.74 metros, sus saltos no superaban los 5.30 y los pensamientos de Natalia la hacían pensar en retirarse de las competencias de manera definitiva. Su coach, madre y padre le ofreció un trato; consistía en que, si no ganaba medalla de oro en el Campeonato Nacional sub-20, Natalia abandonaría el deporte y se concentraría en sus estudios, pero si ganaba, Yanelis le conseguiría un entrenador para que no abandonara su sueño.
Ese Campeonato Nacional sub-20 de 2019 definió lo que sería el fututo de Natalia; los nervios hicieron de las suyas en los primeros saltos, pues la presión de quedarse o continuar con su carrera estaba en juego. Fue hasta el último salto que se consagró campeona; fue en el último salto que Yanelis pudo descansar, pues ella desde la tribuna y envuelta en la felicidad le gritaba: ¡por qué no hiciste eso en el primer salto, porque me haces esto, hasta el último salto!
El trato era un hecho y Yanelis se puso manos a la obra; pronto vendrían más competencias y Natalia necesitaba un entrenador. Luego de hacer la solicitud a la Federación Colombiana de Atletismo, fue asignado el entrenador Martín Suárez El Tiburón del Caribe, un samario que le apostó a explotar las habilidades únicas de Natalia, pues con dos semanas de entrenamiento, sus saltos llegaban a 5.55. La pregunta que se hacía Natalia era: ¿hasta dónde llegaré, si entreno un año completo, Martín?
Los resultados de este equipo tuvieron efecto inmediato, pues en enero de 2020, Natalia conquistó tres medallas de oro en el Gran Prix Sudamericano Indoor, en Cochabamba, en Bolivia, en las pruebas de los 60 metros planos (7.49 seg.), en el salto largo (5.75 mts) y en los 200 metros planos (24.55). Ese día, Natalia midió su tenacidad, compitió de manera simultánea en tres pruebas, descansando de 2 a 3 minutos entre cada competencia.
Luego de este triunfo vendría un receso en la actividad deportiva de Linares. La pandemia generada por la COVID-19, hizo que Natalia viajara a la ciudad de Santa Marta a concentrarse con un grupo de jóvenes prodigios que entrena Martín, sede de entreno que se mantiene hoy día junto con su equipo de trabajo que hace las veces de familia.
“La que quiere ser bella tiene que ver estrellas”, dice Natalia cada vez que termina uno de los entrenos que dirige Martín, un profe que no afloja ni en pandemia. Fue todo un año de preparación a puerta cerrada y los resultados se vieron a finales de diciembre, cuando Linares volvió a la pista para el Grand Prix de Ecuador 2020, del cual se fue por lo grande. Linares, con un salto de 6.41 metros se adjudicó la medalla de oro, consiguió el tiquete para su primer Mundial Sub-20 en Kenia e impuso récord suramericano y nacional sub-18 y sub-20. Mientras que en los 100 metros planos registró un tiempo de 11:62, adjudicándose la medalla de plata y su tiquete número dos para el Mundial.
“Nos preparamos full para el 2021 y, 15 días antes del mundial me dio COVID, pero Dios es grande”, cuenta Natalia con algo de nostalgia, pues el Campeonato del Mundo Sub-20 de Kenia era su gran objetivo y aunque logró ir a la cita mundialista debido a que el evento fue reprogramado unos días, tuvo que entrenar dentro de una habitación y aislada de todo su equipo de trabajo. La colombiana logró una marca de 5.66 metros, que la ubicaron en el puesto 12 de la general.
La revancha estaba cerca y Natalia tenía una espina, en sus ganas de ganar y en lo que ella sabía que podía dar si estuviera a su 100 por ciento. Sus entrenamientos se intensificaron para su próxima parada, los primeros Juegos Panamericanos Junior Cali 2021. Allí, nuevamente se volvió a lucir, como dice ella “por lo alto”, pues se ganó una medalla de oro en el relevo femenino 4×100, una de bronce en los 100 metros planos y una de plata en el salto largo, medalla que curiosamente también se logró en el último salto.
“Llegó el año 2022, el año de mis amores, el año en que he cosechado más triunfos, el año que celebré en mi tierra, con mi gente”, cuenta Natalia con esa sonrisa que la hace única, pues ese 2022 la atleta valduparense se convirtió en subcampeona mundial sub-20, se adjudicó la medalla de plata en los XII Juegos Suramericanos Asunción y tuvo el honor y la gloria de conseguir su primera medalla de oro para este ciclo olímpico en su tierra, en los Juegos Bolivarianos de Valledupar.
Ser oriundo de Valledupar y convertirse en rey o reina en su propia casa es una verdadera hazaña de campeones, así como lo hizo Gonzalo El Cocha Molina, quien logró ser rey vallenato aficionado, profesional y rey de reyes en el Festival de la Leyenda Vallenata como mejor acordeonero. Natalia, por su parte, vivió su propia fiesta y así lo contó: “Recuerdo que en la tribuna estaba toda mi familia, del más pequeño al más grande; todos gritaban «Natalia» y a mí me entró el sentimiento, ese sentimiento vallenato”.
Ese día Natalia se convirtió en campeona, con un salto de 6.68 metros y con esta marca obtuvo récord nacional U20, U23 y récord de las justas bolivarianas en dicha prueba. Ese mismo día ,Natalia solo pidió un favor a la organización. Ella quería subir a la premiación con su sombrero vueltiao y así fue. Luego de hacer las respectivas solicitudes por dicho acontecimiento, Natalia se proclamó reina en su tierra, en la pista de atletismo La Gota Fría, con su sombrero que para esta ocasión y dado el lugar fue una corona. De ahí en adelante siempre lleva, hace parte de ella, de su esencia, así como el acordeón para El Cocha.
Con un ciclo olímpico que terminaba con excelentes sensaciones, su objetivo era claro y más que llevarse una medalla en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, su objetivo era clasificarse para los Juegos Olímpicos y así lo hizo saber a medios de comunicación finalizada su temporada del 2022. Para las justas en San Salvador, Natalia agregó a sus rutinas de entrenamiento sesiones de fortalecimiento mental, el poder de convencerse de lo que uno puede ser y el poder de hablarse y atenderse.
El día que Natalia Linares se clasificó a los Juegos Olímpicos de París 2024, aseguró que su alma estaba encendida, tanto así que decidió pintar sus labios de un color rojo, algo fuerte que demostrara carácter. Ese mismo día, Martín le dijo que tenía que devorar la pista; ese mismo día le bastó con el primer salto, y ese día dejó una huella en el atletismo colombiano de 6,86 metros, récord centroamericano y del caribe, marca para el mundial de Budapest, y octavo lugar del ranking mundial, primera en el ranking suramericano, quinta en la historia y campeona de los Juegos Centroamericanos y del Caribe San Salvador.
“En ese momento recuerdo que agacho la cabeza para salir a correr, los nervios estaban vivos, pero corría con demasiada seguridad y cuando piso la tabla y me elevó, pude sentir que lo había logrado sin aún caer, me pare de inmediato a buscar el tablero y miro el 6.86”, recuerda Natalia con júbilo, pues más que una preparación física, hizo un trabajo mental que hoy sigue labrando.
La potencia de Linares en la velocidad es asombrosa, pues en los pasados Juegos Nacionales del Eje Cafetero se convirtió en la atleta más rápida de este certamen, en la prueba de los 100 metros planos, luego de hacer una marca de 11.34 segundos y tan solo a 27 décimas de lograr la marca mínima para Juegos Olímpicos.
Natalia hizo un ciclo olímpico impecable, propio de una reina, de una valduparense que se forjó en una pista polvorienta y que, de no ser por el apoyo incondicional de Yanelis González, no se tuviera la dicha de ver a una colombiana orgullosa de sus costumbres, de su tierra y su gente. Natalia sigue su preparación y como dice Martín y ella “No le aflojamos”. Ha menudo, mientras dibuja los lugares que visita para matar el estrés, siempre se pregunta qué pasaría si saltara un poco más o si corriese un poco más rápido, y se le viene a la mente ese sueño que la desvela y la hace madrugar todos los días a las 5 de la mañana, llegar a los Juegos Olímpicos de París, hacer historia en el deporte nacional, en la prueba de sus amores, el salto largo.
Antes de los Juegos Olímpicos París 2024, Natalia Linares ganó el oro, en salto largo, en los Juegos Iberoamericanos, en Cuibá, Brasil, con 6.82 m.; en el Golden Fly Series en Austria, con 6.74 metros, y en el en el Grand Prix de Hungría, con 6.87 m.
En el certamen ecuménico, Natalia soñaba con alcanzar la final. Avanzó hasta la semifinal y con un salto de 6.40 m. quedó por fuera de la serie por las medallas, pero dejó claro, sus grandes condiciones para el siguiente ciclo olímpico.
El 2025, ha sido un gran año para Natalia Linares. En el Suramericano Indoor (bajo techo), celebrado en febrero, en Cochabamba, Bolivia, obtuvo la presea de oro, con 6.64 m. En abril se consagró campeona en el Suramericano de Atletismo, celebrado en Mar del Plata, Argentina, con 6.81 m. Finalmente en mayo obtuvo el oro en el Continental Tour que se desarrolló en el Estadio Mario Recordón de Santiago, con 6.55 m.