La carrera femenina de los 400metros con vallas en los Juegos Olímpicos de París prometía uno de los duelos más apasionantes del programa atlético. La propia federación internacional anunciaba que “no habrá mayor choque de titanes en París que el que se dará entre la defensora del título de los 400 metros con vallas, Sydney McLaughlin-Levrone, y la campeona mundial Femke Bol, de Países Bajos”.
El pronóstico se cumplió… a medias. Este jueves 8 de agosto en la final de los Juegos, McLaughlin ratificó que es uno de los mayores talentos del atletismo de las últimas décadas y volvió a batir su récord del mundo con 50s.37, para retener la corona olímpica. Pero Bolt resistió sólo hasta la octava valla, desde allí su ritmo decreció y terminó tercera en 52.15, superada también por otra estadounidense, Anna Cockrell. Se esperaba más de “Bambi” o el “Cohete Bolt”, después de su increíble remontada del fin de semana cuando, llegando desde el cuarto puesto y con más de 30 metros de desventaja al recibir el testimonio, le dio a su país el título de la posta 4×400 mixta. Además, Bolt venía pletórica de confianza, tanto por sus incursiones en los 400 metros llanos -donde fijó el récord mundial bajo techo en la temporada invernal con 49.17- como en los relevos, además de convertirse el mes pasado en la segunda mujer que corría los 400 vallas por debajo de 51 segundos (50.95 en Suiza). La otra, claro, era McLaughlin.“Sinceramente, creo que si hace un par de años me hubieran dicho que la gente correría 50 (segundos) en los 400 metros con vallas, no lo habría creído y ahora soy uno de ellos que lo está logrando”, dijo Bol.
El duelo McLaughlin-Bol hasta ahora sólo había tenido dos capítulos. El primero fue en los Juegos Olímpicos de Tokio, cuando la estadounidense fijó el entonces récord mundial de 51.46 y Bolt, quien recién asomaba a los primeros planos, se llevó la medalla de bronce. Un año más tarde, en el Mundial de Eugene, McLaughlin volvió a ganar con récord. Pero luego se ausentó en las pruebas de 400 vallas, primero por una lesión que le demandó un largo tiempo de recuperación y después, porque su entrenador -una leyenda en su país, Bob Kersee- prefirió que “atacara” otras pruebas como los 200 metros llanos, 400 metros llanos (fue la mejor del mundo en 2023 con 48.75) y los 100 metros con vallas.
Así, con McLaughlin ausente, Bol siguió avanzando y triunfó en el Mundial del año pasado en Budapest.
Finalmente, en el último verano, y ahora como Sydney McLaughlin-Levrone (casada con Andre Levrone, jugador de fútbol americano), Sydney despejó dudas: iba a seguir en esta especialidad de los 400 vallas con vistas a París. Al ganar las Eliminatorias Olímpicas una vez más en Eugene, volvió a batir el récord del mundo: 50.65. “Esta prueba es la que me encanta hacer”, dijo. “Es mi evento principal y creo que fue muy divertido correr el 400 llanos el año pasado”. Bol, en tanto, había cambiado su técnica de carrera y comentó que debía ser “más agresiva” en los primeros tramos. Pero este jueves en París, la velocidad, soltura y depurada técnica de McLaughlin fueron imbatibles, de principio al fin.
«Sabía que iba a ser una carrera dura. Una competición increíble, de principio a fin», dijo la eufórica ganadora, que cumplió 25 años este miércoles y festejó su nuevo triunfo con toda su familia. Bol reconoció por su lado haber tenido «una mala carrera».
«En una final olímpica, lo que quieres es hacer tu mejor carrera. Pero fallé. No estoy segura de dónde cometí el error. Se me juntó demasiado ácido láctico, con 300 metros todavía por delante. No estoy segura, no tengo explicación, realmente», declaró la neerlandesa, que pese a todo prometió «intentar disfrutar esta medalla de bronce».
McLaughlin y Bol llegaron a la final de París copando 21 de los 25 mejores tiempos de la historia en la distancia.
Se trata de una disciplina relativamente nueva para el programa femenino, ya que la primera edición olímpica se cumplió hace cuatro décadas durante los Juegos de Los Angeles. Y el récord mundial parecía “estancado” en los 52.34 segundos que la rusa Yuliya Pechonkina fijó en 2003. Recién una nueva generación de estadounidenses pudo quebrarlo, con la atleta dominante del período pre-McLaughlin (Dalilah Muhammad llegó el tope a 52.16 al ganar el Mundial de Doha 2019). Y desde allí sí, McLaughlin es invencible, ya con dos coronas olímpicas en su cuenta, un título mundial y cinco récords del mundo, siendo la primera mujer en correr debajo de 52s y de 51s.
Aquellos Juegos de Tokio ya habían sido la demostración del progreso de conjunto en la disciplina, cuando McLaughlin y Muhammad corrieron por debajo del récord mundial anterior y Femke Bol se llevó el bronce con 52.03. Ahora, McLaughlin es la primera en retener el cetro olímpico.
Oriunda de New Brunswick, Nueva Jersey, viene de una familia de atletas. Su padre Willie fue semifinalista en las Eliminatorias Olímpicas del 84 y su madre, Mary, también tenía un aceptable nivel en pruebas de mediofondo. Cortejada por las universidades más prestigiosas, eligió en 2017 la de Kentucky para unirse al reputado entrenador Edrick Floréal, quien sería más adelante entrenador de la campeona olímpica de 100 m en París-2024 Julien Alfred.
«Me hizo más dura, mejoró mi técnica, me transformó en una competidora seria, lista para convertirme en profesional».
Pero «mis expectativas respecto a estar en un sitio en el que pudiera prosperar se transformaron pronto en una pesadilla», dice quien fue entonces diagnosticada con depresión, marcada por la dureza del técnico.
McLaughlin se fue después de un año y se hizo profesional en Los Angeles con Joanna Hayes. Entrenada por la campeona olímpica de 100 metros vallas de 2004, McLaughlin-Levrone se hizo con la medalla de plata de 400 m vallas en los Mundiales de 2019, pero salió dolida en su orgullo por la distancia que la separaba de Dalilah Muhammad.
Para la atleta, su técnica no prospera con Hayes, quien la presenta a Bob Kersee sobre las pistas de la Universidad de California.
En 2020, cambia a Hayes por Kersee, un tutor de campeones olímpicos desde hace más de cuarenta años, y pasa a formar parte del grupo de otros deportistas como su ídolo Allyson Felix.
Ese año conoce a través de Instagram a su futuro marido André Levrone Jr, que entonces era jugador de fútbol americano en los Baltimore Ravens y ahora el estudiante a pastor más en forma de Los Angeles.
Con Keerse y la estabilidad que buscaba, McLaughlin-Levrone ha volado hasta la cima del atletismo, como una mariposa.